Por desgracia, aunque se hayan alcanzado muchos derechos en países como España para el colectivo LGTBI+, aún queda mucho camino por recorrer. La fobia y la discriminación siguen presentes en nuestra sociedad, y aunque finjamos que nos parece bien que cada uno o cada una tenga una vida normal, tanto por su identidad como orientación sexual, seguimos prefiriendo mantenernos alejados. Si alguien es homosexual, está bien, pero no queremos que sea muy evidente, y si una persona es transexual, tiene que hacer un esfuerzo doble o triple para ser respetado o respetada. Hoy en Bekia Pareja nos centraremos concretamente en la transfobia, es decir, el rechazo y discriminación a las personas transexuales. En la actualidad, la transfobia no es tan rechazada como otro tipo de fobias a grupos sociales, es por eso que hemos tenido que ver cómo en España se permitía la circulación de un autobús publicitario con un fuerte mensaje transfóbico por diferentes ciudades. Aunque desde la ciudadanía se ha intentado boicotear esta iniciativa, y en algunos lugares no se ha permitido su entrada, las instituciones no han tenido una respuesta similar.
¿Qué es la transexualidad y las identidades trans?
En general se habla de transexualidad para referirse a personas, hombres o mujeres, que han pasado por un procedimiento médico para adecuar su cuerpo a su identidad de género. Cuando una persona no ha hecho ese cambio completo, se habla de transgénero. Sin embargo, es común usar transexual para todo, pero lo más correcto, sobre todo si tenemos dudas, es hablar de indentidades 'trans'. Se refiere a todo el conjunto de personas que no han nacido en un cuerpo biológico acorde a su identidad de género, y abarca tanto a los que han cambiado de cuerpo, como los que no lo han hecho, como los que sólo en parte. Cada persona trans se sentirá más cómoda con un término u otro, pero lo más sencillo e inclusivo para todos es hablar de personas trans. Como vemos, no son un grupo homogéneo, se trata de personas con unas circunstancias concretas y que se sienten más seguras de una manera u otra, y no podemos generalizar porque invisibilizamos la realidad de la diversidad humana.
También debemos tener una cosa muy clara, que es que la identidad de género y la orientación sexual son independientes. Una mujer puede sentirse hombre y ser heterosexual, homosexual o bisexual, y al revés igual.
Nuestra concepción del cuerpo y la sexualidad
Una de las ideas que debemos asumir como sociedad, es que no hay un cuerpo "normal" y unos cuerpos "anormales". Siempre hemos entendido que hay hombres y mujeres, con unos genitales concretos y además nos hemos impuesto unos roles de género para cada sexo biológico. Por esa cuestión, se ha entendido ese conflicto con la identidad de género como una desviación de la normalidad, incluso existía hasta hace poco como categoría diagnóstica de la salud mental el Trastorno por Identidad de Género, que se ha cambiado por Disforia de Género. Se contemplaba, y se sigue haciendo, como que la persona tiene algún fallo por el cual no coinciden cuerpo e identidad. Claro que eso también implica entender que la persona transgénero sufría y que todos los esfuerzos debían ser puestos en arreglar el cuerpo de la persona. Sin embargo, se está luchando mucho para que se deje de identificar como una patología.
Además, se debe aceptar la diversidad humana, tanto en cuerpos como en orientaciones, como en identidades. Hay hombres y mujeres que se definen como de género fluido, también las de género neutro, y en las identidades trans también hay quienes no hacen una transformación completa del cuerpo. Como sociedad nos parecen rarezas, pero entender la normalidad de ser tan diferentes unos de otros es el camino para que cada una de estas identidades o cuerpos sean aceptados. Eso sí, para ello debemos poner en marcha medidas específicas para combatir el rechazo a grupos concretos, y las personas transexuales sufren una discriminación muy grande.
Por qué debemos luchar contra la transfobia
Luchas contra la transfobia no es una cuestión de querer romper moldes antiguos por llevar la contraria. Las personas transexuales, ya sean hombres o mujeres, llevan siglos (porque esto no es algo de hace poco) sufriendo el rechazo de la sociedad. Eso se traduce en trastornos emocionales, como decíamos antes, y leíamos en un blog de Público a un padre de una persona trans que decía: "la enfermedad (social) es la transfobia, no la disforia de género". Acoso escolar, acoso laboral, violencia física y verbal, violencia institucional son algunos tipos de maltrato que sufren las personas trans, lo cual se deriva en baja autoestima, ansiedad, depresión, intentos de suicidio, etc. Invisibilizar la realidad de las identidades trans no hace más que estigmatizar y discriminar más a las personas, y el objetivo es crear un marco social en el que cada persona sea tratada con dignidad e igualdad, y no se puede conseguir si seguimos machacando a la persona transexual, así como a cualquier otra persona que no se ajusta a lo que injusta y erróneamente hemos definido como lo normativo.
La educación, el mejor arma
La educación para combatir la transfobia debe comenzar desde ya en niños pequeños. Si crecen asumiendo como normal la diversidad de los cuerpos y las identidades, es más fácil que no tengan los conflictos por los que pasamos los adultos para llegar a implantar esta visión inclusiva. Existen muchas herramientas educativas contra la transfobia, desde el mismo Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad del Gobierno Español podemos descargar guías contra la transfobia y homofobia en los centros educativos, como una de las herramientas para acabar con este específico tipo de acoso escolar que muchos niños y niñas sufren en la escuela. Hay herramientas pedagógicas de muchos tipos que se pueden utilizar, tanto desde los colegios como desde nuestro propio hogar, para educar a los niños en la diversidad y que aprendan a respetar a todas las personas en temas de sexualidad e identidad.
Sin embargo, cuando la transfobia está tan implantada en la sociedad, los adultos también necesitamos educación. Desde la sanidad pública se está llevando a cabo, en diferentes comunidades autónomas españolas, pero que es algo que se debe poner en marcha en todos los países, iniciativas para enseñar al personal sanitario a evitar la transfobia en su día a día laboral. Este es uno de los ámbitos donde las personas transexuales pueden sufrir más discriminación, aunque en el judicial también, en acceso al empleo, etc. Por eso, todo tipo de profesionales deben recibir educación en este sentido.
Desde nuestro día a día también podemos hacer pequeñas acciones para normalizar la realidad trans. Por ejemplo, en nuestro lenguaje, no asumir que el sexo biológico caracteriza el comportamiento de las personas, ni perpetuar los roles de género que se nos imponen. Tampoco tenemos por qué asociar el pene o vagina a hombre y mujeres exclusivamente, cosa que desde Bekia Pareja intentamos hacer a menudo.
Los prejuicios alimentan la transfobia
Las situaciones de maltrato o humillación que sufren las personas trans tienen un fuerte origen de los prejuicios que tiene la sociedad, además de en la intolerancia que no nos sabemos quitar. Nos parece que un cuerpo transexual es un cuerpo extraño, y sólo lo respetamos si "no se nota" el cambio (por ejemplo, no notar que una mujer había sido un hombre, o viceversa). Además, se mezcla con otro tipo de tabú, y es que siempre hemos asociado a las personas transexuales a la promiscuidad, la prostitución, el espectáculo, etc. En verdad, estos aspectos no son nada reprochables en las personas, sobre todo en lo relativo a la manera de vivir la sexualidad propia (ya sea de manera activa, o incluso siendo asexual, o empleando tu sexualidad como fuente de ingresos), pero también debemos entender que las personas transexuales, así como cualquier otro tipo de identidades relativas a la vida sexual de las personas, no son grupos homogéneos. Cada persona vive su transexualidad de una manera, en unas circunstancias, se sienten más cómodas con un cuerpo u otro, han tenido más o menos apoyo por parte de su entorno, su autoestima es más alta o más baja, su aspecto físico, sus gustos, sus costumbres, en definitiva, su vida.