No sabÃa qué hacer para hacerle feliz. SabÃa que habÃa sido vÃctima de sus engaños en múltiples ocasiones. Pese a ello, él preferÃa mirar hacia otro lado. CreÃa que era lo mejor porque le querÃa.
Le querÃa tanto que hasta habÃa accedido a cumplir todas sus fantasÃas sexuales. No le hacÃa demasiada ilusión hacer lo que estaba a punto de ejecutar, pero creÃa que eso harÃa su relación más fuerte.
Iñaki y Rubén estaban juntos desde hacÃa ya 3 años. Iñaki era un chico cariñoso, dulce y simpático de puertas para afuera, pero tenÃa un lado oscuro. Sus instintos animales y su falta de autoestima le obligaban, en cierto modo, a gustar a todo el mundo. Iñaki coqueteaba a menudo, usando su móvil o su ordenador, con cualquier persona que quisiera dedicarle un piropo.
Rubén lo sabÃa. Lo habÃa sabido desde que, hace ya más de un año, pillara a su pareja coqueteando con otro chico en una conversación de clara Ãndole sexual. Iñaki siempre se lo negó de manera infinita, pero Rubén sabÃa lo que habÃa visto.
Iñaki siguió cabalgando a su novio durante varios minutos más, mientras se masturbaba. QuerÃa correrse encima de su chico y su nueva apariencia, como si se tratara de un superhéroe.
En esa conversación, realizada a través de WhatsApp, Iñaki fantaseaba con que él y su "amante" eran esclavos de su vestimenta de látex y restregaban sus cuerpos hasta llegar a eyacular.
Rubén se echó las manos a la cabeza cuando descubrió a su chico siéndole infiel con una fantasÃa de la que él no era ni consciente y, desde entonces, habÃa intentado satisfacer a su novio en cualquiera que hubieran sido sus deseos.
Ahà estaba ahora mismo. Enfundándose un traje de goma que se ajustaba perfectamente a sus tonificados músculos. Su pareja lo miraba atento, deseando poder lamer el abultado miembro que se dibujaba en aquella prieta vestimenta y lo hizo. Antes de que Rubén terminara de adaptarse aquel traje, Iñaki se tiró de rodillas, como un león a su presa, y comenzó a lamer todo el cuerpo de su novio.
- Me encanta que estés haciendo esto por mÃ, Rubén. ¿Estás seguro que quieres hacerlo? - decÃa Iñaki mientras ponÃa ojos de cordero degollado.
- SÃ, es... estoy seguro - afirmó Rubén, titubeando entre gemidos e intentando recordar por qué estaba haciendo lo que estaba haciendo.
Pese a lo que pudiera parecer, Rubén no era un santo. SabÃa bien cómo hacer disfrutar a su pareja e iba a hacer todo lo posible para que no tuviera que irse a buscar fuera lo que ya tenÃa en casa. Pese a ello, se dejó guiar. No sabÃa exactamente lo que querÃa Iñaki y no querÃa estropearlo.
Pronto, Iñaki lo tendió en la cama y siguió lamiendo su nueva vestimenta. Ãsta habÃa logrado ceñirse demasiado bien a su cuerpo, como una segunda piel. No le disgustaba, pero le asustaba. A Rubén le daba miedo que, después de esta experiencia, Iñaki no quisiera hacerlo si no era con goma de por medio.
Iñaki estaba en éxtasis. No hablaba. Solo usaba su lengua y sus manos para tocar a su chico, que se habÃa convertido en el objeto de su deseo. Rubén lo sabÃa. HacÃa meses, años, que no le miraba asÃ. Notaba la pasión en sus ojos, al igual que un vicio y un deseo inusuales en sus relaciones sexuales desde hacÃa tiempo.
- Te quiero - afirmó Rubén levantando un poco la cabeza de Iñaki y mirándolo a los ojos.
Iñaki no contestó. En su lugar, abrió la cremallera delantera que Rubén llevaba en su traje, sacó su pene y, sin dudarlo un segundo, comenzó a masturbarlo y a felarlo. Rubén cerró los ojos y se limitó a disfrutar. HacÃa mucho que Iñaki no disfrutaba tanto con él. Lo sabÃa.
Iñaki comenzó a lamer los testÃculos de Rubén, sin calma, como desesperado o con miedo de que alguien se los arrebatara en mitad del acto. Estaba desesperado. ParecÃa una fiera inquieta con ganas de defender lo que era suyo. A su chico esa sensación le gustaba. Nunca se habÃa sentido más querido por él.
Sin decir nada y ya, completamente desnudo, Iñaki babeó el pene de Rubén y se subió encima. Rubén no se lo esperaba. Iñaki no solÃa practicar sexo anal porque afirmaba que no lo disfrutaba. Por lo visto esa situación era especial.
Iñaki comenzó a trotar encima de Rubén como una bestia. Enloquecido. Botaba y botaba y pedÃa a su novio todo su ser mientras se masturbaba a punto de correrse. Estaba disfrutando. Su cara estaba descompuesta por el placer y el vicio que sentÃa de ver a Rubén embutido en esa vestimenta que tenÃa que tener algún tipo de poder especial.
Rubén no podÃa más. Notaba como el ano de Iñaki se cerraba cada vez más con cada movimiento. Se estrechaba y dejaba la cabeza de su pene totalmente atrapada dentro de él, pidiendo a gritos que se fuera. Pese a ello, Rubén querÃa aguantar, nunca habÃa visto a su novio tan fuera de sà y querÃa hacerle disfrutar.
No aguantó mucho. Como poseÃdo, Iñaki seguÃa botando en su pene, fuera de sÃ, mientras se lamÃa las axilas y, de vez en cuando, se agarraba a su pecho sujeto por la goma.
- ¡¡¡Fóllame!!! - chillaba Iñaki fuera de sÃ. - ¡¡¡Dame la puta leche, dentro, dentro de mÃ!!!
Sus deseos eran órdenes. Rubén se dejó ir y se corrió dentro de su novio, sin usar ningún tipo de protección. Rendido, Rubén pidió a Iñaki que fuera junto a él y lo besara, pero éste no estaba por la labor.
Iñaki siguió cabalgando a su novio durante varios minutos más, mientras se masturbaba. QuerÃa correrse encima de su chico y su nueva apariencia, como si se tratara de un superhéroe.
VeÃa sus tonificados brazos y su trabajado pecho de gimnasio listo para recibir su semen. Poco después, Iñaki lanzó su descomunal corrida contra Rubén. El traje, negro en un principio, se vistió de una tonalidad blanquecina que no duró mucho tiempo ahÃ.
Iñaki, todavÃa desconcertado por lo que acababa de ocurrir, descabalgó a su novio y corrió junto a él a lamer su propia esencia desde el pecho de Rubén. Rubén querÃa compartir ese momento con su novio, por lo que no dudó en besarle y dejar que éste le pasara todo su ser, boca a boca.