Uno no se puede llegar a hacer a la idea de lo que supone ser papá hasta que lo vive en sus propias carnes. Numerosas responsabilidades y una vida por delante para dar, recibir, enseñar y aprender de la experiencia de la que todo el mundo quiere formar parte. Y no es para menos, ya que los sentimientos que se experimentan cuando se es padre o madre -y sobre todo, en el caso de los primerizos- no los cambia nadie por nada. De ahí, la inquietud y el deseo de querer formar una familia y sentir el cariño que los hijos siempre proyectan hacia sus padres.
1 Compañía asegurada
No existe nada mejor que la llegada de un bebé para sentirse plenamente acompañado. Y ya no solo por sumar un miembro más a la familia, sino por la gran cantidad de compromisos y tareas vitales que todo ello atañe. Una serie de atenciones que hacen que uno siempre tenga que estar pendiente de su bebé y dedicar gran parte de su día a día a sus necesidades. Algo que, en un primer momento, (y sobre todo para papás primerizos) suele ser incluso agotador, pero que con el paso de los días supone una gran dosis de amor, cariño y extrema felicidad. Sus horarios de comidas, cambios de pañal, baños, etc., captarán toda tu máxima atención.
2 Inyección de madurez
Tener un hijo supone hacer frente a muchas responsabilidades. Da igual la edad con la que se dé inicio a esta etapa tan especial de tu vida, las obligaciones a las que uno hace frente con la llegada de un hijo le cambian el día a día a cualquiera. Y es que, además de seguir cuidándose a uno mismo (incluso más que antes), hay que saber aprender a cómo proteger y atender a una persona tan indefensa como nuestro hijo. Además, el hecho de dar la bienvenida a un nuevo miembro en la familia supone, también, sobrellevar rutinas hasta ahora desconocidas. De ahí a que uno tenga que estar siempre pendiente de todo lo que le pueda ocurrir o de aquellas cosas que pueda necesitar.
3 Experiencia única en la vida
Sin duda alguna, y a pesar de que a lo largo de los años vivamos experiencias y aventuras muy especiales, el hecho de convertirse en papás puede significar uno de los momentos más inolvidables de la vida de una persona. Ver la cara por primera vez de un hijo o hija es una de esas sensaciones únicas y emotivas que hacen que uno se bañe de ilusión y alegría plena. Es poder formar una familia y hacer que nuestros genes y nuestra historia sigan conservándose durante mucho tiempo. Un acontecimiento que llena de vida a toda una familia pero que hace que los papás cambien por completo su manera de interpretar la vida.
4 Aprender y enseñar al mismo tiempo
Ser padres no es tarea fácil. El hecho de dar este gran paso y hacer que tu familia crezca y crezca cada vez más implica una serie de tareas y obligaciones que no siempre suelen ser llevaderas para quien se somete a ellas. Y entre ellas no sólo destaca la función de saber cuidar a tu bebé, sino también el hecho de enseñar, educar y, al mismo tiempo, aprender de nuestro propio hijo o hija. Eso es lo que la maternidad y la paternidad llevan consigo, hacer que su educación sea la más correcta y transmitir una serie de valores impecables, además de aprender muchas cosas desconocidas u olvidadas con ellos.
5 Formar una familia
Quizás sea uno de los compromisos sociales que casi todo el mundo tiene en mente para cumplir en una etapa futura de su vida. Porque abrir las puertas de la maternidad y la paternidad no conlleva únicamente sensaciones de tipo emocional, sino también actos y responsabilidades que hacen de nuestra familia un rincón especial y esencial en nuestro día a día. Crecer y ver crecer, al mismo tiempo, a los que más te quieren y quieres es una de las sensaciones más satisfactorias del mundo. Más si cabe además si se trata de tu propio progenitor, con el que los planes, la rutina y la forma de entender la vida cambiarán por completo.
6 Prolongar el apellido familiar
Otra de las razones por las que a uno le gusta formar una familia y tener descendientes es el hecho de poder prolongar su apellido con la llegada de las nuevas generaciones. Ya sea por tradición o por simple gusto, a los papás siempre les hace ilusión que el apellido de sus padres y, por lo tanto, los abuelos de las criaturas vayan a llevar su mismo apellido de por vida. Una práctica que lleva acompañándonos desde antaño y que hace poco tiempo cobró ciertas modificaciones. De ahí a que en la actualidad se pueda elegir el orden de los apellidos según las preferencias de la persona, pudiendo elegir el de la madre en primer lugar y el del padre como segundo apellido.
7 Disfrutar de la alegría y la inocencia de los niños
Todo el mundo sabe lo que la llegada de un hijo o una hija supone a una familia. Llantos, pañales, biberones, pocas horas de sueño pero también una dosis de alegría e inocencia incalculable. Y es que a esas edades, sin preocupación ninguna, lo único importante es descubrir, aprender y, sobre todo, no parar de sonreír. Algo que parece llegar innato y que, además, aporta un ambiente único al seno familiar. Y si a todo ello se le añade la pizca de inocencia que tanto caracteriza a un niño... Es imposible no tomarlo como una de las razones principales para dar la bienvenida tanto a la paternidad como a la maternidad.
8 Dar y recibir amor
En el momento en el que uno toma conciencia de su futura paternidad o maternidad, la manera de ver y entender la vida cambia por completo. Desde el minuto uno, el amor que uno siente hacia algo que todavía no conoce va cogiendo cada vez más y más forma, hasta el punto de experimentar sensaciones y sentimientos desconocidos por uno mismo. Y más aún cuando, después de los nueve meses de gestación, se produce el primer encuentro entre el bebé y sus papás. Un amor incondicional que siempre se está dispuesto a proyectar, en cierto modo comparable con el que uno recibe de su propio hijo. Abrazos, besos, mimos, confesiones entre padres e hijos... Algo indescriptible.
9 Escuchar 'papá' y 'mamá' por primera vez
No hay nada más plenamente satisfactorio y bonito que escuchar por primera vez, de boca de tu propio hijo o hija, las palabras "papá" y "mamá". Y es que, tras los múltiples intentos de pronunciar sus primeras vocales, éstos suelen ser los dos vocablos más populares a la hora de comenzar a hablar y formar su propio vocabulario. Sonidos sencillos y capaces de memorizar y asociar con los que a los papás se les comienza a caer la baba. Ahí es donde uno comienza a percatarse, verdaderamente, de la importancia de esta etapa de la vida. Dos palabras sencillas a simple vista pero con mucho significado para ambos protagonistas.
10 Un nuevo hermanito o hermanita
Otra de las razones para, en este caso, volver a tener un hijo o una hija es poder dar al primogénito de la familia un nuevo compañero de vida y, por qué no, de juegos. Eso sí, muchas veces la noticia de convertirse en el hermano o hermana mayor no siempre sienta del todo bien, llegando a producir incluso ciertos celos hacia el recién nacido. Pero aun así, con el paso de los años, es una decisión que incluso uno mismo agradece a sus propios padres. Un acompañante de vida con el que juguetear cuando se es pequeño y con el compartir experiencias inolvidables y divertidas siendo mayores. Sin duda, el mejor amigo o amiga que se pueda tener.